La inaccesibilidad de estas tierras las convirtieron en refugio de los insurrectos. En 1836 Cabrera establece en la cercana villa de Cantavieja su cuartel general y fortifica la villa, realizando algunas construcciones nuevas o reforzando las existentes.
La población siguió aumentando a pesar de los fallecimientos ocasionados por la epidemia de cólera de 1885.